Dos almas gemelas que deberán aprender juntas a superar sus temores y encontrar el camino hacia sus verdaderos sueños. Acompañen a Callie Torres y a Arizona Robbins en este viaje, a través de los sentimientos. Una montaña rusa de emociones, donde la música será otra protagonista. Citando a Jessica Capshaw: “Hold on and enjoy the ride” (Agárrense fuerte y disfruten del paseo).

domingo, 2 de octubre de 2016

Epidemia – Capítulo 42 – Cometas por el cielo

En el capítulo anterior:

Tratando de ocultar un bostezo con su mano, Callie preguntó mientras miraba la hora en la mesa de noche:

-¿Y esa Arizona de ahora quiere seguir durmiendo?, tengo sueño, son las tres de la madrugada mi amor

Arizona sonriendo, respondió:

-Sí, pero con una condición

-¿Cuál?, preguntó Callie mientras otro bostezo se asomaba a su rostro

-Que me abraces muy fuerte

Mientras Callie se acomodó en la cama para acoger en sus brazos a Arizona, respondió:

-Moción aceptada, vamos a dormir, que dentro de unas horas tenemos que salir rumbo a Valencia, en el coche que alquilamos hoy.

-Sí mi amor, dijo Arizona mientras acunaba su cuerpo en el de Callie, quien la abrazó y la apretó contra el suyo

Arizona suspiró aliviada y antes de quedarse dormida, susurró mientras besaba la mano de Callie:

-Te amo

Callie sonrió, besó el cuello de Arizona y luego dijo:

-Te amo también

A los pocos minutos ambas se durmieron, por el resto de la noche no hubo más pesadillas, sólo un sueño profundo, reparador y cálido.

Epidemia – Capítulo 42 – Cometas por el cielo

Mientras conducía el coche, en esa fresca mañana de primavera, Arizona miró el mapa en la pantalla del GPS, sólo faltaban unos 20 Kilómetros para llegar a Madrid, luego miró a Callie, quien dormía a su lado. La noche anterior, en Córdoba, habían ido a tomar unas copas al bar de tapas que quedaba cerca del hotel donde se alojaban, fue Callie quien más bebió, especialmente cuando Arizona se ofreció para conducir el camino de casi dos horas hasta Madrid; en consecuencia, su bella copiloto amaneció con algo de dolor de cabeza y luego de tomar unas aspirinas, decidió dormir un poco durante el viaje, para sentirse mejor.

Arizona, con ternura, tocó con su mano la pierna de Callie, no pretendía despertarla, solo sintió la necesidad de ese leve contacto cuando se percató que ella se había quedado dormida sosteniendo entre sus manos la lista de deseos que habían escrito juntas, “la agenda de sueños”, como Callie la bautizó.

Algunos de esos sueños ya se habían hecho realidad, durante ese mes que viajaron en coche desde Tortosa. Pensando en todos esos hermosos recuerdos que la acompañarían por siempre, Arizona sonrió; aún podía sentir las caricias de Callie que hicieron vibrar su cuerpo, sobre la fina arena en aquella cala desierta de aguas cristalinas, cerca de Cartagena; aún podía escuchar el sonido acompasado de los cascos de los caballos en aquel romántico paseo en el Parque de María Luisa en Sevilla; aún podía percibir en su cuerpo, la calidez del abrazo y la ternura de los besos de Callie en sus labios, mientras observaban, sentadas en un embarcadero del Parque Natural La Albufera, cerca de Valencia, uno de los atardeceres más hermosos que habían presenciado en toda su vida: los patitos se preparaban para pasar la noche, miles de matices del cielo encendido con los colores del ocaso se reflejaban en el lago, al tiempo que el sol, temblando, iba desapareciendo poco a poco, como si ese hermoso lago fuera el refugio que hubiera elegido para pasar la noche.

No era la primera vez que ellas viajaban en coche, ya lo habían hecho, meses atrás, cuando recorrieron la costa desde San Diego hasta Newport Beach en California; hasta ese momento ese viaje le había parecido a Arizona lo más emocionante y divertido que había vivido, pero, a diferencia de esa época, cuando la sombra de la amnesia de Callie y el miedo a perderla pesaba sobre el ánimo de Arizona, ahora todo era diferente; esa hermosa mujer que ahora dormía a su lado, no sólo sostenía entre sus manos una agenda de sueños, también portaba un anillo de compromiso; Callie sería su esposa, esa certeza había hecho que ese viaje en coche fuera aún más impresionante; para Arizona, era en sí mismo un sueño hecho realidad; haber conocido esos hermosos lugares donde el pasado, el presente y el futuro se entremezclan a la perfección para deleitar todos los sentidos; haber reído y cantado dentro del coche mientras se trasladaban de un lugar a otro; haber vivido la aventura de pasear; degustar la exquisita comida que ofrecía cada lugar; y pasar la noche hospedadas en hoteles o posadas, mientras compartían el inmenso amor que se profesaban en cada momento del camino; era en suma, una de las experiencias más increíbles, maravillosas e inolvidables que Arizona había vivido en toda su vida.

Sin darse cuenta siquiera, ella comenzó a tararear la melodía de la canción que las había acompañado casi desde el principio en ese último mes, que se convirtió en una de sus preferidas, en una especie de himno, desde aquella noche que la descubrieron al ver el vídeo en uno de los bares que habían visitado; se sintieron demasiado identificadas, porque justo en esos momentos estaban compartiendo lo mismo que esas dos jóvenes enamoradas, todo: el viaje el coche, las noches de copas, las risas, los paseos por la orilla de la playa, todo salvo aquel salto en paracaídas. Arizona sonrió, recordando que habían tachado ese loco deseo de la lista.

El nombre de esa canción era “Cometas por el cielo”, la letra estaba escrita en español, pero la había cantado tantas veces con Callie que ya conocía cada palabra de memoria, y también sabía lo que significaba, porque desde aquella misma noche en Valencia, entusiasmada por las secuencias de imágenes que había visto en el vídeo, le había pedido a Callie que la tradujera para ella.

Arizona, sonrió de nuevo, comprendió que después de haber vivido en soledad durante tanto tiempo, era Callie, quien había dibujado para siempre su nombre en su propia alma, quien la había enseñado realmente a “volar cometas por el cielo”.

Mientras Arizona comenzaba a cantar las primeras estrofas de la canción, Callie despertó, y sonrió. Al ver esa mágica sonrisa que cada día la enamoraba más, Arizona, preguntó:

— ¿Cómo va esa cabecita? ¿Aún duele?

—Ya no, está como nueva —respondió Callie sin dejar de sonreír, mientras hacía sonar en el reproductor del coche, la canción que había escuchado tatarear a Arizona. Compartiendo una mirada de complicidad, comenzaron a cantarla juntas.



Cometas por el cielo – La Oreja de Van Gogh

Quédate, esta fría madrugada
Quédate, hasta que la luz del alba, muestre mi corazón
enredado en la alambrada de tu voz,
que me ha rozado el alma

Quédate conmigo y mi suspiro será
el único testigo que se vestirá de fiesta
Quédate conmigo en esta noche abisal
porque sólo tú, tú me puedes enseñar…
           
…A volar, cometas por el cielo
Como el sol
Como el mar

Quédate, y desnudemos nuestras dudas, de una vez
Siempre fuimos dos lunas

Quédate conmigo y mi suspiro será
el único testigo que se vestirá de fiesta
Quédate conmigo en esta noche abisal
porque sólo tú, tú me puedes enseñar…
           
…A volar, cometas por el cielo
Como el sol
Como el mar

Dibujar, mi nombre sobre el suelo
Como el sol
Como el mar

Y que pequeños nos verán
los que no volaron nunca
convertido al viento
viajar en silencio
y sólo tú me oirás gritar…

…Podemos volar, cometas por el cielo
Como el sol
Como el mar

Dibujar mi nombre sobre el suelo
Como el sol
Como el mar

Como el sol
Como el mar

Como el sol
Como el mar

A volar, cometas por el cielo
Como el sol
Como el mar

Dibujar mi nombre sobre el suelo
Como el sol
Como el mar

Y así, finalmente, entre sonrisas y canciones, llegaron a Madrid. Se alojaron en un lujoso hotel en el Paseo del Prado, con la intención de estar cerca de los primeros lugares que querían visitar: el Parque de El Retiro, el Real Jardín Botánico, el Museo del Prado, el Palacio Real de Madrid, el Templo de Debod, y obviamente, para cumplir otro de sus deseos escritos en la agenda de sueños, el Estadio Santiago Bernabéu, donde, con un poco de suerte, podrían presenciar un emocionante partido de futbol entre el Real Madrid y el Barcelona.

Lo que Callie y Arizona ignoraban, mientras paseaban por la hermosa ciudad de Madrid, tomadas de la mano, compartiendo miradas y sonrisas, era que en Seattle, estaba a punto de desatarse una terrible crisis que pondría en peligro sus vidas y la de muchos de sus amigos.


— ¡Quizás pueda funcionar! —dijo esperanzado el padre de Sebastián, mirando a su esposa.

—Es muy peligroso, pero la vida de nuestro hijo se nos escapa. Por favor, ten cuidado, el virus del ébola es demasiado peligroso, ni siquiera quiero saber cómo lograste una muestra, pero por favor, ten cuidado —respondió Martha Cracker, con un tono de angustia en su voz.

—Lo tendré —afirmó Tom.

—Más te vale —sentenció Martha en tono de advertencia—; sé que adoras a Sebastián, sé que tienes las mejores intenciones, pero eres…

— ¿Soy qué? —interrumpió él.

—…Propenso a los accidentes.

—Lo sé —admitió Tom —, pero tendré cuidado… lo prometo. Ahora, voy a entrar al laboratorio, quiero probar mi hipótesis lo antes posible; para Sebastián, cada minuto cuenta.

Dándole un beso en la mejilla, Martha le dijo a su esposo con cariño:

—Anda; te llamaré más tarde cuando la cena esté lista.

Devolviendo el beso, esta vez en los labios, Tom dijo antes de entrar a su laboratorio y cerrar la puerta tras de sí:

—Ok, tómate tu tiempo; esto va a demorar.


Callie y Arizona, salieron emocionadas del Estadio Santiago Bernabéu, luego de haber presenciado un excitante partido entre el Real Madrid y el Barcelona, que el Real Madrid ganó por dos goles a uno, con un tanto marcado en el último minuto por Cristiano Ronaldo. Mientras caminaban tomadas de la mano por el Paseo de la Castellana, camino al hotel, Callie le dijo a Arizona:

—Ha sido súper emocionante, y tú fuiste una pilla; sólo cuando el Real Madrid anotó el primer gol, supe que era tu equipo favorito.

Con una sonrisa llena de picardía, y con un fingido tono de molestia, Arizona respondió:

—Aquí la única pilla has sido tú, no creas que no noté como mirabas a Cristiano, especialmente cuando metió ese gol y se levantó la camiseta.

Soltando una sonora carcajada, Callie admitió:

—Te amo mi pichirruchi, pero tengo ojos y ese hombre está bueno… demasiado bueno.

Arizona se detuvo en seco, tomó a Callie en sus brazos y le dijo con un tono sexy y posesivo que derritió a su prometida:

—Eso lo admito, pero tú… eres mía, sólo mía.

Dejándose llevar por la pasión del momento, en plena calle se besaron intensamente. Cuando separaron sus labios, sobraban las palabras, ambas sabían que lo único que querían en ese instante era darle rienda suelta a la pasión que las estaba quemando por dentro. Sin mediar palabras, cruzaron la calle y tomaron el primer taxi que pasó por la avenida. Llegaron a la puerta de la habitación del hotel, y en cuanto la cerraron, comenzaron a desvestirse sin dejar de besarse.

Entre jadeos, Callie hizo una pequeña pausa y le preguntó a Arizona:

— ¿Vamos a la ducha?

Con el mismo tono de voz que enloqueció a Callie a la salida del estadio, Arizona empujó a Callie sobre la cama, mientras se acostaba arriba de ella y le decía posesivamente:

—La ducha tendrá que esperar, lo que haré contigo ahora requiere una cama, no la ducha. Te haré mía.

Antes de besarla de nuevo, Callie dijo jadeando:

—Lo soy.

Motivada por la pasión inevitable, Arizona intensificó el contacto de sus labios y se adueñó de la boca de Callie para besarla intensamente. Justo en ese instante, ella sintió el toque de sus dedos sobre el pliegue de sus bragas empapadas. Su cuerpo reaccionó con un intenso arqueo de caderas y con profundos gemidos que eran acallados parcialmente por el beso apasionado de Arizona.

Después de besarla, Arizona trasladó sus labios al cuello de Callie para acariciarlo y susurrarle al oído frases posesivas, frases que encendieron a Callie y provocaron nuevos espasmos en su cuerpo. Luego Arizona traslado los labios hasta sus senos desnudos.

En el mismo instante en que Arizona comenzó a acariciar sus pezones con la lengua, introdujo su mano entre las bragas de Callie, abrió sus pliegues hábilmente y comenzó a acariciar su clítoris. Sus caderas se levantaron violentamente y comenzaron a moverse al ritmo de las caricias de Arizona, que la llevaron casi al borde del clímax, pero justo en ese instante, Arizona cambió el ritmo de sus caricias, que se volvieron errantes, a veces sólo rozaba su clítoris, luego aumentaba por unos segundos la intensidad y velocidad de la caricia, para volver a ralentizarla otra vez. Entonces Callie lo comprobó, Arizona, la volvería loca de placer, la convertiría en títere de sus deseos, la dominaría con sus caricias por las cuales seguramente tendría que suplicar. Darse cuenta de eso, la excitó aún más.

Callie lo único que podía hacer era gemir, contraer sus músculos, mientras enloquecida, movía su cabeza de un lado a otro con la respiración entrecortada y arqueaba sus caderas buscando la huidiza caricia, esperando con desesperación esos pocos segundos en que Arizona decidía incrementar la intensidad y la velocidad del contacto.

Después de dejar sus pezones duros como piedras, Arizona regresó a los labios de Callie y mientras la besaba, intensificó las caricias sobre su clítoris. Ella alcanzó el borde otra vez, pero entonces Arizona se detuvo totalmente y apartó su mano. Enloquecida, Callie gimió suplicante, mientras sus caderas se movían erráticas en la búsqueda desesperada de la caricia perdida.

Callie estaba tan excitada, se sentía tan empapada que ni siquiera se dio cuenta cuando comenzó a pronunciar suplicante el nombre de Arizona.

Arizona cayó sus súplicas con un beso apasionado y después movió lentamente sus labios hacia los senos de Callie, acarició su estómago, y cuando llegó a sus bragas, la desnudó totalmente. Desde los pies, acarició con sus labios y sus dedos el camino por sus piernas hasta llegar a su centro empapado. Arizona introdujo la lengua para acariciar su clítoris. Al sentir el contacto, Callie exhaló un profundo gemido con la boca abierta, presionando su cabeza contra la almohada, mientras levantaba sus caderas para sentir la anhelada caricia.

Aun así, Arizona continuo ejerciendo con su lengua, esa pequeña tortura que enloquecía cada vez más a Callie, cambiando la velocidad de sus caricias y por instantes, lo más desquiciante, cuando separaba su lengua al mismo tiempo, que introducía su dedo para acariciarla dentro de su vagina. Arizona tenía el control, y sólo cuando ella lo decidió, combinó todas sus caricias, usando la lengua para estimular el clítoris de Callie, los dedos de su mano derecha para embestirla con movimientos rítmicos y la mano izquierda para acariciar sus pezones. No había fuente de placer que Arizona no estuviera cubriendo con sus caricias, con su lengua.

Callie apretó la cabeza contra la almohada exhalando intensos gemidos a través de su boca abierta, levantó sus caderas con fuerza, mientras que con los puños de sus manos apretaba la tela de las sábanas. Fue entonces cuando un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo, especialmente de sus piernas, experimentando unos segundos después, un orgasmo largo, exquisito e impresionante.

Con la respiración entrecortada, Callie exhaló en un gemido el nombre de Arizona y comenzó a repetir una y otra vez:

—Soy tuya, soy tuya…

Arizona levantó su rostro para mirar a Callie, le regaló una hermosa sonrisa con hoyuelos y lentamente subió por su cuerpo, acariciándolo con los labios. Cuando sus rostros se encontraron, Callie la miró a los ojos, asaltó sus labios y la besó con locura, y mientras ese beso se prolongaba, Arizona con sus dedos buscó nuevamente el clítoris de Callie, produciendo en su cuerpo un espasmo incontrolable cada vez, que apenas lo rozaba.

Arizona siguió estimulando el centro empapado de Callie, rozando su clítoris sólo esporádicamente, con lo cual logró lo que quería, excitarla otra vez, y mientras se besaban, la propia Arizona se estremeció al sentir los dedos de Callie acariciando su clítoris. Esta vez no hubo burlas, mientras el placer que se entregaban mutuamente aumentaba la intensidad de sus gemidos que se confundían, Arizona experimentó un orgasmo y minutos después Callie lo alcanzó también.

Respirando con dificultad, Arizona se rindió colocando su cabeza sobre el pecho desnudo de Callie, mientras ella le acariciaba con ternura, los rizos despeinados de su cabello. Después de compartir algunos minutos de intensa ternura, que acompañaron con profundos besos, la pasión reapareció. Con un sensual movimiento de su cuerpo, Callie se colocó encima de Arizona, y le dijo con tono endemoniadamente sexy, antes de atrapar sus labios en otro beso apasionado:

—Mi turno.

Esta historia continuará…

Bueno, mis queridas lectoras, ahora sí, he retomado oficialmente la continuación de Epidemia y con este pequeño capítulo que acaban de leer se darán cuenta que entraremos en la última parte de la historia, la que le dio el nombre a la misma. Ha sido una larga espera, lo sé; pero, como algunas de ustedes ya sabrán, mi ausencia tuvo un motivo muy especial para mí. Finalmente, he publicado mi primera novela en Amazon: “El amor va por dentro”.

Para aquellas personas que aún no lo saben, me permitiré incluir aquí, una pequeña sinopsis:

Cristina Henderson, es una brillante y exitosa doctora en medicina, especialista en cirugía plástica y reconstructiva. Al finalizar su ponencia en un congreso médico celebrado en Nueva York, un padre desesperado le pide ayuda para su hija, una joven de 24 años, quien tiene la mitad del rostro desfigurado y cicatrices por quemaduras en el resto de su cuerpo. Amanda Karsten, fue atacada dos años antes por un grupo de fanáticos religiosos, que quisieron "darle una lección“, por ser lesbiana.

El amor va por dentro, desnudará los sentimientos y las sensaciones de dos mujeres, que aprenderán a amarse más allá de las cicatrices, y de sus propias inseguridades. Esta tierna historia de romance lésbico, será el marco para exponer una profunda reflexión acerca de la homofobia.

Bueno, espero que les haya gustado este nuevo capítulo de Epidemia; el siguiente ya está en la sala de redacción, y será publicado muy pronto. Con respecto a “El amor va por dentro”, pueden hacer clic aquí para leer gratuitamente los primeros capítulos de esta hermosa historia de amor, la cual podrán adquirir en Amazon, si lo desean, a un precio promocional de sólo 0,99$, durante todo el mes de octubre; lapso durante el cual, les propondré un nuevo y divertido concurso, cuyos detalles y condiciones anunciaré en los próximos días, tanto en mi blog de WordPress, como en mi cuenta de twitter, con el hashtag #ConcursoEAVPD.

Un abrazo,

Miki