Epidemia
– Capítulo 20 – You´ll never stand alone (Tú nunca estarás sola)
Ese viernes, el
último día que Callie y Arizona pasarían en San Diego antes de viajar el fin de
semana a Newport, Callie se levantó más temprano y le preparó a Arizona otro
desayuno celestial que culminó nuevamente en ese cielo privado que ellas dos
compartían cuando hacían el amor. Todavía abrazadas en la cama, en medio de
bromas, risas y miradas compartidas, Callie le dijo a Arizona:
-Amor, hoy te voy a
dejar en el hospital para que visites a tu papá, mientras yo voy a comprar
algunas cosas que vamos a necesitar al llegar a Newport, básicamente comida, sí
no estoy equivocada, aunque con mi cabeza loca todo es posible, creo recordar
que mi padre tiene contratada a una persona que va con frecuencia a la casa a
limpiarla y mantener todo en orden, pero quiero pasar esos dos días contigo sin
que tengamos que preocuparnos por comprar comida o lavar la ropa, de hecho, voy
a aprovechar para pasar por una lavandería para dejarles toda la ropa que hemos
usado, para que la laven y la sequen, mientras hago las compras, anoche revisé
las maletas que trajimos y ya no tenemos ropa limpia.
Arizona sonrió y le
dijo a Callie:
-Amor no sólo eres
una excelente y bellísima amante, también eres una excelente ama de casa ¿lo
sabías?
Callie se echó a
reír y le contestó a Arizona:
-Supongo, pero
gracias a ti hay algo que no soy
-¿Qué cosa?
-Una ama de casa…
desesperada
El turno de reír
ahora fue de Arizona, quien le dijo con un aire petulante:
-Obviamente
Callie sonriendo,
acercó sus labios a la boca de Arizona y antes de besarla le dijo:
-Tú siempre tan
modesta
Después de
permanecer un rato más en la cama, ambas se levantaron y se bañaron juntas,
luego se vistieron con la última muda de ropa limpia que les quedaba. Mientras
se vestían, Arizona agradeció en silencio la idea de Callie de pasar por una
lavandería a lavar la ropa, de lo contrario hubieran tenido que pasar sus dos
días en Newport reutilizando la misma ropa que ya habían usado y ni a ella ni a
Callie les agradaba para nada esa idea.
Callie dejó a
Arizona en el hospital, dejo la ropa en la lavandería para que la lavaran y se
dirigió al supermercado a hacer la compra de los comestibles. Callie aprovechó y
compró en el mismo centro comercial donde se encontraba, unas pañoletas para
usarlas en el cabello, compro dos, una para Arizona y otra para ella.
Callie, no recordaba
donde había escuchado aquella expresión, y dado su estado amnésico actual, era
casi obvio que no lo hiciera, pero sí sabía que en alguna parte había oído una
frase que decía que en los viajes de placer, la felicidad no se encuentra al
final del camino, porque la felicidad también está en el camino y Callie tenía
toda la intensión de seguir esa frase al pie de la letra, ella quería disfrutar
de ese pequeño viaje con Arizona desde el mismo momento en que se montaran en
el carro y Callie sabía cómo hacerlo.
Cuando ella vio
aquel folleto de Newport Beach y recordó la casa de veraneo de su familia,
ubicada allí, también recordó la vía que bordeaba la playa durante casi todo el
camino, ese recuerdo le trajo, a su vez, otro más a su mente, la razón por la
cual, en definitiva, ella había elegido un T-Bird descapotable como automóvil.
A Callie le
encantaba pasear por Miami Beach con una buena música y la capota levantada,
sintiendo la brisa marina rozando su rostro. Las primeras veces cuando lo hizo
se bajaba del carro con el cabello tan despeinado, que si por mala suerte, se
hubiera cruzado con algún médico de un hospital psiquiátrico, lo más seguro es
que se la hubieran llevado directo al manicomio, era tal el estado de su
cabello después de un paseo de ese tipo, que realmente parecía una loca. No
obstante, una de sus amigas en Miami con quien muchas veces disfrutaba de
aquellos paseos, le dio la idea de usar pañoletas.
Ahora, mientras
Callie las estaba pagando en la tienda del centro comercial, se sorprendió a sí
misma, porque le resultó curioso como su memoria hasta ahora le hacía recordar
algunos fragmentos de su vida con absoluta claridad, mientras que otros
permanecían en alguna parte de su mente, pero de los cuales no recordaba
absolutamente nada. Al igual que Arizona, aunque quizás en menor grado, ella
internamente temía el momento en que aquél recuerdo del aeropuerto llegara, no
porque temiera por su relación con Arizona, como le ocurría a ella, sino porque
de alguna forma sabía, por todas las cosas que Arizona le había contado que ese
sería un recuerdo muy triste que posiblemente la harías sufrir a ambas.
No
obstante, Callie se propuso, tal como lo había hecho desde el principio, vivir
un día a la vez y disfrutar al máximo lo que ese día trajera consigo. Ver
sufrir en silencio a Arizona, ver el miedo en sus ojos, ver su temor a
perderla, la convencía cada vez más que vivir un día a la vez y disfrutarlo lo
más posible, era lo mejor que podía hacer para ser feliz con Arizona, más importante
aún, para hacer feliz a Arizona.
Ese
viaje en el automóvil convertible que casualmente había alquilado, recorriendo
esa hermosa vía con vista al océano, sintiendo la brisa en sus rostros,
mientras cantaban juntas alguna buena canción, era sin duda una forma de hacer
feliz a la mujer que amaba, porque no hay nada que haga más feliz a un ser
humano que ver feliz al ser que se adueño de tu corazón, y sí, no había nada
que hiciera más feliz a Calliope Torres que ver y hacer feliz a Arizona
Robbins.
En
medio de esos pensamientos, Callie escuchó el tono de mensajes de su celular,
el tono distintivo y único asignado por ella a Arizona. La pantalla del celular
indicaba que eran las 2:10 p.m., el mensaje decía:
-Amor, ya estuve
un buen rato con mi padre y quiero ir a la casa a darme un baño ¿terminaste lo
que estás haciendo para que me vengas a buscar?
Callie
le contestó el mensaje:
-No mi cielo, aún
me falta hacer unas compras y la ropa que dejé lavando estará lista en
aproximadamente una hora más ¿no te importa ir a la casa en taxi?... Disculpa
Al
minuto, Callie recibió el mensaje de
respuesta:
-Tranquila mi
amor, no hay problema, voy a tomar un taxi ¿nos vemos allá entonces?
Callie
tecleó la respuesta:
-Sí Ari, nos
vemos allá… por cierto… te amo… día tras día
Callie
no podía ver el rostro de Arizona en ese momento, pero estaba segura que la
había hecho sonreír con esa última frase, y no se equivocó cuando vio su respuesta
en la pantalla de su celular:
-Y yo a ti mi
amor… ¡Ah! y gracias por hacerme sonreír…, como siempre. Te amo.
Callie
también sonrió emocionada, resultaba realmente increíble el profundo vínculo,
la fuerza de la conexión que habían forjado ellas dos en esos últimos dos
meses, especialmente en el último mes y sobre todo, ver como esa conexión, ese
vínculo se había consolidado sólo unos días atrás cuando finalmente sus cuerpos
y también sus almas se habían fundido al hacer el amor.
Pero
toda historia tiene dos caras, como las monedas, y la otra cara de la moneda
era el miedo de Arizona, el miedo de perder a Callie.
Callie
en el fondo entendía ese miedo en Arizona, no porque ella lo compartiera al
mismo grado, ni por las mismas razones, sino porque, si bien es cierto, que no
hay nada que haga más feliz a alguien que ver y hacer feliz a la persona que
uno ama, es igualmente cierto, que no hay nada que nos cause más pena que ver
tristes a las personas que amamos y saber que hemos sido nosotros quienes
causamos ese dolor, hace que esa tristeza se multiplique, casi exponencialmente.
Callie
estaba casi convencida que la raíz del miedo de Arizona, de su miedo a
perderla, estaba arraigado en un profundo sentimiento de culpa. Quizás Arizona,
no estaba plenamente consciente de eso, pero ella no se perdonaba a sí misma
saber, aunque Callie no lo recordara, cuan profundamente la había herido con
ese abandono. En otras palabras, Arizona no concebía como Callie podría perdonarla
cuando recuperara la memoria, sí ella misma no podía perdonarse a sí misma. Esa
era la raíz de su miedo, eficientemente alimentado por su ya conocido miedo al
abandono.
Pensando
en todo eso, el rostro de Callie se ensombreció un poco, ella recordó las
palabras de Arizona dos noches atrás cuando dijo: “-No sé cómo pude ser tan ciega…”. Callie
sabía en el fondo que ella sería muy capaz de perdonar a Arizona, sí es que
acaso, con todo lo que ya habían compartido, quedaría algo por perdonar, pero
Callie no sabía cómo hacer para que Arizona se perdonara a sí misma, eso era
algo que Callie no podía lograr por más que lo deseara y a ella le dolía
profundamente que Arizona sufriera en silencio por ese miedo, por esa culpa.
Y
lo peor era que ese miedo aumentaba en la misma proporción en que el vínculo
entre ellas se consolidaba, porque cada día que pasaba, Arizona se percataba
más y más de la magnitud del error cometido, eso hacía crecer su sentimiento de
culpa y su auto recriminación por haberse marchado a África, sencillamente
porque mientras más se enamoraba de Callie, Arizona entendía menos como había
sido capaz de haberla abandonado en aquél aeropuerto.
…
Arizona
llegó a casa de sus padres casi a las 3:00 p.m. En el mismo instante en que
abrió la puerta de la entrada principal, sintió el inmenso vacío de la casa
desierta, era la primera vez, desde que había llegado a San Diego, que entraba
a la casa sola, ya que Callie siempre estaba con ella. Arizona, percibió una
sensación desagradable, una especie de soledad que no le agradó en lo más
mínimo, y no le costó mucho entender, a qué obedecía esa sensación: si Callie
no estuviera con ella, si no la hubiera acompañado, y peor aún, si Callie algún
día recobraba la memoria y no la perdonara por lo que había ocurrido, esa
soledad, se perpetuaría, Arizona perdería al gran amor de su vida, perdería a
la mujer que amaba con locura, perdería a su Calliope.
Arizona
sacudió su cabeza, intentando alejar esos demonios de su mente, por ahora, su
Calliope estaba con ella, sólo estaba lavando sus ropas y comprando
comestibles, ella llegaría en cualquier momento y cruzaría esa puerta con una
hermosa sonrisa y sus ojos brillantes, llenos de amor, del amor que estaba
absolutamente segura que sentía por ella.
Un
poco más animada con esos últimos pensamientos, subió las escaleras, se
desvistió y entro al baño a darse una ducha. Al salir del baño, una sonrisa se
asomó a su rostro, porque se dio cuenta que salvo una braga limpia que quedaba
en la maleta, no tenía nada más que ponerse y quedarse desnuda con el frio que
hacía no era una opción. Por ello, caminó hacia la habitación de sus padres,
abrió el closet y luego de mirar que ropa se podía poner, optó por vestirse con
una camisa manga larga de su padre y unas medias de algodón, eso la mantendría
abrigada hasta que Callie llegara con el cargamento de ropa limpia.
Resuelto
ese pequeño dilema, Arizona bajó las escaleras mientras se arremangaba la
camisa, se sirvió una copia de vino y encendió el equipo de sonido, para
suavizar la sensación de soledad que quiso apoderarse de ella en el mismo
momento en que puso sus pies descalzos con medias en el salón de la casa.
Hacer
clip en el título para acceder a la canción
Quizás
fue producto del vino o de la música que fue subiendo de volumen con cada copa
que se servía, lo cierto es que progresivamente se fue animando, y comenzó a
bailar y a girar dando pasos al ritmo de la música.
…
Callie estacionó
el automóvil y sacó del asiento trasero las bolsas del supermercado y las dos
bolsas que contenían la ropa recién lavada de ella y de Arizona. En el mismo
momento en que se acercó a la puerta, escuchó el estruendo de la música a todo
volumen. Callie sonrió, imaginándose por un momento lo que Arizona estaba
haciendo, a ella le encantaba bailar y cuando lo hacía le gustaba hacerlo con
el volumen de la música bastante alto, y por la intensidad del sonido, Callie
supuso que Arizona estaba bailando.
Callie puso el
dedo en el timbre, pero no llegó a tocarlo, sonriendo con picardía, decidió
tratar de entrar a la casa por la parte trasera, por el jardín, donde una gran
puerta de vidrio con enormes ventanales permitían acceder a la casa, así,
quizás, si tenía suerte podría ver a Arizona bailar sin que ella se diera cuenta.
A Callie le encantaba todo lo que tenía que ver con esa hermosísima mujer y verla
bailar era una de sus preferidas.
Así
que tratando de no hacer notar ni su llegada, ni su presencia, Callie decidió
caminar a hurtadillas hasta la parte trasera de la casa y lo que vio no sólo le
arrancó una enorme sonrisa de su rostro, lo que vio, la excitó casi desde el
mismo instante en que sus ojos se posaron sobre su hermosa rubia de ojos
azules. Ella tenía sus hermosas piernas al descubierto, sólo ataviada con sus bragas, medias de algodón en sus pies y una camisa de
hombre con las mangas largas arremangadas que la hacían lucir absolutamente
sexy y ardiente como el mismísimo infierno.
Ver
ese espectáculo ante sus ojos, sin que Arizona se diera cuenta, provocó que Callie
sintiera su garganta totalmente seca de repente, Callie suspiró al mismo tiempo
que sintió una palpitación en su clítoris mientras se percató como su vagina, con
toda razón, se inundó en sólo segundos. Arizona, era sin duda la mujer más
hermosa y sexy que Callie seguramente había conocido en toda su vida, con esa
carita de ángel travieso y con ese cuerpo que parecía haber sido esculpido por
algún artista.
Callie
permaneció allí parada sonriendo con cara de idiota, totalmente embelesada con
el espectáculo que, sin saberlo aún, le estaba ofreciendo Arizona, con su
baile, con sus giros. Callie sonrió aún más cuando notó que Arizona había
bebido, ella tenía esa mirada característica cuando estaba alegre, quizás
demasiado alegre producto de unas cuantas copas demás. No podría afirmarse que
estaba borracha, no todavía, pero Callie pensó, sin temor a equivocarse, que
sólo haría falta una o a lo sumo dos copas más para que Arizona se terminara de
marear y consiguiera una resaca, de la que probablemente se arrepentiría al día
siguiente.
Temiendo
que eso ocurriera, Callie decidió, a regañadientes, detener el espectáculo
privado, por lo que, sin perder su sonrisa de boba, tocó con la mano el vidrio
para que su bella mujer se percatara de su presencia. En el mismo instante en
que Arizona percibió el sonido en el vidrio de la puerta que conducía hacia el
jardín y vio a su Callie parada afuera, su sonrisa marca registrada Robbins
apareció en su rostro. Bajando un poco el volumen de la música, Arizona se
precipitó casi corriendo a abrirle la puerta a Callie y sin que ella pudiera
reaccionar se lanzó a sus brazos y atrapó su boca para darle un beso
apasionado.
Callie
se quedó sin aliento y en medio del beso sonrió, Arizona estaba casi, casi
ebria, pero a Callie no le importó, ella se sintió embriagada no por el sabor
dulce del vino blanco que provenía de la boca de Arizona, sino por la forma en
que la estaba besando, ese beso provocó que la excitación ya latente en ella se
intensificara.
Cuando
el beso concluyó, Arizona con una sonrisa divertida y una mirada infantil le
dijo a Callie:
-Te
extrañé
Callie
apretó el abrazo y le dijo sonriendo:
-Yo
también, y ahora que te vi bailar casi que lamento haberme perdido bailar
contigo.
-Todavía
podemos bailar tú y yo, la música está muy buena para dejar de hacerlo ¿no te
parece?
-Sí,
tienes razón, déjame guardar estas cosas que traje en su lugar y te alcanzo en
un minuto.
Arizona
levantó sus brazos y exclamó:
-¡YAY!,
me encanta que mi novia sea tan divertida y que le guste bailar tanto o más que
a mí.
Callie
sonrió y le dio un breve beso en los labios, luego entró a la casa, guardo la
comida en la nevera, puso las bolsas de ropa limpia a un lado, se sirvió una
copa de vino para entonarse y comenzó a bailar con Arizona.
Sin
que ella se diera cuenta, Callie comenzó a tomar vino tanto de su propia copa,
como de la copa de Arizona, tratando de evitarle, en la medida de lo posible,
la resaca del día siguiente. No obstante, Arizona, terminó un poco ebria.
Luego
de haber bailado sin descanso durante más de veinte minutos, Callie se sentó
con Arizona en el sofá cuando ella en un giro de su baile, dio un traspiés y
fue a parar directo al sofá, riendo divertida. Callie la abrazó y fue en ese
momento cuando Arizona, enterrando su rostro en el cuello de Callie, se dio cuenta
que había bebido un poco, un poquito más de la cuenta.
Callie
le besó la frente con ternura y le preguntó:
-¿Te
sientes bien amor?
Casi
con un susurro, Arizona le contestó:
-Me
siento un poco mareada, creo que debo haber bebido unas copas
demás.
Haciendo
caso omiso de su excitación, Callie le preguntó a Arizona:
-¿Quieres
que subamos para que te acuestes y descanses?
Arizona
levantó el rostro para mirar a Callie a los ojos y le dijo con una sonrisa
maliciosa:
-Sí
quiero acostarme, pero antes quiero darme un baño…contigo.
Callie
abrió los ojos y sonrió, si Arizona se sentía lo suficientemente bien como para
darse un baño cargado de erotismo, ella no iba a desperdiciar esa oportunidad.
La mezcla de ternura y de sensualidad que brotaba de cada poro de Arizona en
ese momento era enloquecedora, así que ¿por qué resistirse?.
-Vamos
entonces.
Callie
se paró del sofá y ayudó a Arizona a levantarse, la abrazó, caminó con ella
hasta el equipo de sonido para apagarlo y juntas subieron a la habitación. Con
la mano libre, Callie tomó una de las bolsas de ropa limpia. (Nota: Apaguen la música también si aún sigue sonando y sí así lo desean)
Una
vez en el baño, Arizona permitió dócilmente que Callie la desnudara, luego ella
también se quitó su propia ropa y abrió las llaves de la ducha para ajustar la
temperatura del agua caliente tal como le gustaba a Arizona. Una vez conseguido
el punto ideal, Callie entró a la ducha y ofreciendo sus manos para que Arizona
pudiera entrar con ella, la condujo debajo del chorro del agua. Un nuevo
corrientazo de excitación sintió Callie
en su clítoris cuando vio como el agua corría por el hermoso cuerpo desnudo de
la hermosa mujer que tenía al frente. Arizona,
por su parte, sintió un leve aleteo en su estómago, cuando percibió en la
mirada de Callie ese brillo especial que hacía más que evidentes sus
apasionadas intensiones.
Callie se colocó de
espaldas, tomó un poco de champú y comenzó a masajear el cabello de Arizona.
Ella se relajó bajo el toque suave y dejó escapar un largo suspiro, le
encantaba la sensación de los dedos de Callie en su cuero cabelludo.
-Se siente
increíble, dijo en voz baja Arizona, con los ojos cerrados y la cabeza
inclinada hacia atrás. En ese momento, Arizona se estremeció cuando sintió los
pechos desnudos de Callie pegados a su espalda. Un momento después Callie la
guió hasta colocar su cabeza bajo el agua para enjuagar todo el champú. Después
colocó todo el cabello de Arizona sobre un hombro mientras depositó un beso
sexy sobre el otro.
Arizona gimió,
perdiéndose por completo bajo el tacto de Callie, quien tomó el jabón en su
mano y comenzó a expandirlo en los brazos, que Arizona ya había levantado
siguiendo una rutina tan conocida como excitante.
Callie luego le
dijo: -Pon tus brazos sobre tu cabeza.
Arizona obedeció,
alejándose del agua y apoyando la espalda en la pared. Un escalofrió recorrió
todo su cuerpo, no sólo por el frio de la pared sino porque sintió a Callie
ponerse por delante de ella y por un momento sus pechos rozaron. Luego Callie
extendió sus brazos para deslizarlos por los costados de Arizona, hasta que sus
manos llegaron al lado de sus pechos. Arizona se estremeció de nuevo y reprimió
un gemido, cuando sintió los pulgares de Callie rozar sus pezones, luego sintió
las manos de Callie masajeando el jabón por toda su espalda, mientras que su
boca estaba increíblemente cerca de sus labios.
Callie rozó sus
labios con los de Arizona, pero no la besó y sonrió con malicia al ver a
Arizona perderse bajo su tacto. Callie tomó un poco más de jabón y lo extendió
sobre el estómago de Arizona y su espalda de nuevo, acariciando toda la
hendidura de su columna vertebral, lo cual provocó un nuevo gemido ahogado.
Después Callie se
arrodilló y tomó un pie en sus manos, acariciando sus dedos y deslizándolas
luego por la pierna de Arizona hasta la parte posterior de la rodilla,
repitiendo el mismo procedimiento en la otra pierna. Arizona, estaba mirando
hacia abajo, con los párpados pesados con el deseo.
Callie deslizó sus
brazos por una pierna, y comenzó a masajear con su mano la cara interna del
muslo casi rozando su centro pero sin tocarlo, luego repitió la misma caricia
en la otra pierna y de nuevo, llevó sus dedos peligrosamente cerca de su núcleo
pero sin tocarlo totalmente. Arizona se estremeció salvajemente y echó la
cabeza hacia atrás contra la pared. Todo su cuerpo estaba en llamas ahora. Haciendo
caso omiso de la pared fría donde apoyó su espalda, Arizona, ahora jadeaba, con
las manos tirando de cabello de Callie, acercándola más.
Callie le dio un
beso húmedo en su estómago, besando hacia arriba por todo el torso hasta que estuvo
de pie otra vez. En ese momento Callie pasó su brazo izquierdo por la cintura
de Arizona para abrazarla con fuerza mientras que posó su mano derecha en la
parte posterior de la cabeza de ella, tomando un puñado de su cabello, entonces
atrapó sus labios y la besó apasionadamente, mientras el chorro de agua
caliente caía sobre sus cuerpos desnudos que ahora parecían casi fundidos en un
abrazo lleno de amor y lujuria por partes iguales.
Jadeando, Callie se
colocó de espaldas de nuevo y guió a Arizona bajo el chorro de agua, y enjuagó
su cuerpo limpiando el jabón restante con movimientos suaves de sus manos.
Cuando el agua caliente había aclarado todo el jabón de su cuerpo desnudo,
Callie puso sus brazos alrededor de su cintura mientras con sus labios comenzó
a besar su cuello y a mordisquear el lóbulo de su oreja. Luego, deslizó el jabón
a través de sus pliegues lentamente. Entonces Arizona dejó escapar un gemido
incontrolable, empujando su cadera hacia adelante.
Arizona temblaba,
casi sin poder sostenerse en pie, apoyo todo su cuerpo en Callie, quien la
sostuvo con más fuerza con su brazo izquierdo, mientras que con la mano
derecha, soltando el jabón y abandonando las burlas, comenzó a acariciar el
clítoris de Arizona. En respuesta, ella gritó y comenzó a jadear y a gemir sin
control, anticipándose, ante el inminente orgasmo que salvajemente se comenzó a
apoderar de todo su cuerpo.
Arizona echó su
cabeza hacia atrás, cerró los ojos y abrió la boca lanzando un gemido gutural,
cuando todo su cuerpo se tensó y se estremeció incontrolablemente ante el
inmenso placer que Callie acababa de entregarle.
Con una enorme
sonrisa en sus labios, Callie esperó a que Arizona dejara de temblar para
guiarla nuevamente bajo el chorro de agua caliente y enjuagar con sus dedos
todas las evidencias del placer en su cuerpo había generado.
Arizona, aún
jadeando, se volteó y colgó sus brazos alrededor del cuello de Callie y enterró
su rostro debajo de su oreja. Callie la apretó por la cintura para envolverla
en un cálido abrazo. Sin soltarse, Arizona le dijo a Callie:
-Te amo Calliope, quiero
hacerte el amor, pero me gustaría que fuéramos a la cama, no creo que me quede
suficiente fuerza para permanecer parada mucho más tiempo, después de los
tragos y sobre todo, después del enorme placer que acabas de darme.
Callie sonrió, cerró
el agua de la ducha y escoltó a Arizona para salir de la ducha. Ya fuera de
ella, Callie tomó una toalla limpia y secó a Arizona, luego tomó otra y se secó
ella. Tomadas de la mano caminaron hacia la cama. Callie se acostó boca arriba
y espero a que Arizona se acostara encima de ella.
Arizona atrapó los
labios de Callie en un beso profundo y apasionado. Luego comenzó a acariciar y
a besar con sus labios el cuello de Callie y mordisqueó levemente con sus
dientes el lóbulo de su oreja. Callie comenzó a gemir, estaba demasiado
excitada, empapada de nuevo, a pesar del baño caliente. Lentamente, Arizona
movió sus labios hacia uno de los pezones de Callie, quien respondió con un
nuevo gemido y moviendo sus caderas, necesitaba a Arizona, necesitaba que ella
le proporcionara el placer que sólo ella sabía darle.
Tomándose su tiempo,
Arizona comenzó a acariciar y a lamer con la punta de su lengua el otro pezón
de Callie, quien jadeaba y gemía sin control. Arizona, otra vez, como siempre,
la estaba volviendo loca de placer y la deliberada lentitud de sus caricias
eran desquiciantes. Poco a poco Arizona fue bajando por el torso de Callie sin
dejar de besar cada centímetro de él y cuando finalmente llegó a su centro,
Arizona desvió sus caricias hacia la parte interna de los muslos de Callie,
quien totalmente cegada por la pasión gemía, jadeaba y movía y arqueaba sus
caderas, tratando de encontrar el contacto que Arizona aún le negaba.
Finalmente, Callie
soltó un gemido, casi un grito, cuando sintió la lengua de Arizona bordeando
sus pliegues y rozando su clítoris. En ese preciso momento, el cuerpo de Callie
se convulsionó de forma involuntaria, la caricia de Arizona con su lengua era
tan exquisita que Callie se mordió con fuerza sus propios labios, tratando de
extender el placer que Arizona le estaba proporcionando, pero de nada sirvió su
resistencia, pocos instantes después, el camino hacía el clímax más arrollador ya
no tenía retorno, y soltando un gemido gutural Callie sintió temblores en todo
su cuerpo que se tensó y alcanzó el cielo del placer.
Arizona permaneció
allí abajo, besando con una increíble ternura la parte externa de la vagina de
Callie y sus muslos. Callie sonrió, al percatarse que la lujuria y la pasión
tomaban su camino de despedida mientras eran sustituidos por el amor en su
estado perfecto.
Arizona recorrió con
sus labios besando todo el camino de regreso hacia el rostro de Callie y cuando
llegó a su boca, ellas dos se besaron dulcemente y ambas pronunciaron esa frase
de sólo dos palabras que resumía un sentimiento que se hacía más sólido y más
profundo cada día: “Te Amo”.
Después Arizona,
exhausta y sin fuerzas, enterró su rostro en el cuello de Callie y en cuestión
de segundos se quedó profundamente dormida. Callie envolvió todo el cuerpo
desnudo de Arizona en un cálido abrazo, y
comenzó a acariciar su cabello mientras le daba tiernos besos en la frente. Y
aún con Arizona profundamente dormida le dijo: –Te amo, tú nunca estarás sola, yo
siempre te sostendré, aquí en mis brazos, ellos serán tu hogar…, te amo…, le repitió varias veces, hasta
que el sueño también la venció a ella.
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la canción
Tú
nunca estarás sola
Si hay algún momento en que los temores
llenen tus ojos
Y no puedas ver más que sombras
El sol estará al otro lado
No te desesperes, porque siempre habrá
Alguien a tu lado
No pierdas la fe, el amor no te dejará
perderte en el camino
Porque…
Tú, tú nunca estarás sola
Voy a estar de pie junto a ti
Te voy a cuidar del frio
Yo te sostendré cuando llores
Yo estaré aquí para ser fuerte
Cuando no puedas encontrar tu fuerza
interior
Y tú, tu siempre tendrás un hogar
En estos brazos
Tú nunca estarás sola
El amor permanecerá
Si hay un día en que la lluvia
encuentre tu corazón
Y tú tengas frio y te sientas cansada y
sola
Y tú estés en la oscuridad
No tengas miedo, tú sólo tienes que
llamarme y yo estaré allí
No pierdas la esperanza, el amor verá a
través de lo que tú sabes
Porque…
Tú, tú nunca estarás sola
Voy a estar de pie junto a ti
Te voy a cuidar del frio
Yo te sostendré cuando llores
Yo estaré aquí para ser fuerte
Cuando no puedas encontrar tu fuerza
interior
Y tú, tu siempre tendrás un hogar
En estos brazos
Tú nunca estarás sola
El amor permanecerá
De pie junto a la vida, tú estás por
encima de las heridas y el dolor
De pie para cargarte a través de las
lágrimas y la lluvia
Llegarás a mí, yo estaré contigo
Llegarás a mí, yo veré a través de ti
Yo seré quien te abrace
La que te muestre que
Tú, tú nunca estarás sola
Yo permaneceré
Te voy a cuidar del frio
Yo te sostendré cuando llores
Yo estaré aquí para ser fuerte
Cuando no puedas encontrar tu fuerza
interior
Y tú, tu siempre tendrás un hogar
En estos brazos
Tú nunca estarás sola
El amor permanecerá
Tú nunca estarás sola
Voy a estar de pie junto a ti
Te voy a cuidar del frio
Yo te sostendré cuando llores
Yo estaré aquí para ser fuerte
Cuando no puedas encontrar tu fuerza
interior
Y tú, tu siempre tendrás un hogar
En estos brazos
Tú nunca estarás sola
El amor permanecerá
El amor permanecerá
Esta
historia continuará
¡Wow!...que
letra tan hermosa.
Por cierto, ¿quieren saber qué me inspiró el baile de Arizona en este capítulo? Clip aquí
Por cierto, ¿quieren saber qué me inspiró el baile de Arizona en este capítulo? Clip aquí
El capítulo 21, será publicado el próximo
viernes 14-09-2012